Alhucemas y la crisis endémica del Rif
Más allá de los problemas sociales, las protestas en el Rif son la muestra de una descentralización que ha fallado en dar voz y poder a los habitantes de las diferentes regiones.
Un año después del desencadenante de una prolongada serie de protestas en la provincia de Alhucemas –la muerte violenta de Mouhcine Fikri, un vendedor furtivo de pescado, en condiciones no del todo aclaradas–, el problema de fondo parece seguir vivo. Para algunos observadores el problema viene de antiguo, de la especificidad de una región, la rifeña, con su propia lengua e idiosincrasia, que ha manifestado siempre, desde hace siglos incluso, un mal encaje en un orden político centralizado. Para otros, las causas de una protesta tan prolongada están ligadas, como en otras zonas de Marruecos, a problemas sociales derivados de la desatención pública y de la marginación por el poder central. Las más recientes protestas en otro extremo del país, la región semidesértica de Zagora, castigada por la sequía, abonan esa interpretación que, sin embargo, no tiene en cuenta un factor estructural que afecta a todo Marruecos en tanto que país plural, necesitado de una descentralización que dé voz y poder a los habitantes de sus diferentes regiones.
‘Länder’ en Marruecos: ¿utopía o cinismo?
La cuestión de la descentralización constituye desde hace décadas una preocupación de quienes han ejercido la más alta instancia del poder. Hassan II gustaba decir que quería legar a su hijo una estructura de país similar a la de los Länder alemanes. En 1981 llegó a decir: “El día en que Marruecos viva bajo un régimen como el de los Länder alemanes, ese día, esté vivo o muerto, será el más feliz de mi vida, ya que considero que el régimen de los Länder permite al Estado desentenderse de pequeños problemas y avanzar hacia el final del siglo (…) Conociendo a los marroquíes como les conozco, diferentes pero unidos a la vez, ésta sería sin duda la mejor vía”.
Pero estas declaraciones se produjeron en una coyuntura muy particular, a su retorno de la cumbre de jefes de Estado de la Organización para la Unidad Africana (OUA) celebrada en Nairobi en la que se había visto obligado a aceptar, tácticamente, la necesidad de un referéndum para dar salida a la cuestión del Sáhara.
Mucho ha llovido desde entonces. Aquel referéndum nunca tuvo lugar y la ocasión que se le brindó en 1997 para poner en práctica una descentralización efectiva que hubiera ensayado una alternativa a la tan espinosa cuestión sahariana, fue desaprovechada. La ley de regionalización de 1997, diseñada por el ministro del Interior, Dris Basri, no aportó elementos de autogobierno efectivo para las 16 regiones en que se dividió el país. El esquema se hizo intencionadamente para romper identidades que pudieran suscitar lealtades en contradicción con el jacobinismo imperante en el diseño de país del soberano. El Sáhara Occidental, anexionado sin reconocimiento internacional a Marruecos, fue dividido en tres regiones y el Rif, fraccionado en dos, vinculando la provincia de Alhucemas a Taza y la de Nador a la región Oriental, vecina de Argelia.
La disidencia de una región como el Rif venía de antiguo, pues siempre formó parte de lo que se ha conocido en Marruecos como el bled siba, o tierra insumisa, que mantenía con el poder central una relación especial plasmada en su negativa al pago regular de impuestos. Esa región, lingü̈ísticamente diferenciada, cayó del lado español en el reparto colonial y resultó ser de las más difíciles en someterse. Su resistencia fue una reacción a la violencia con que el militarismo español quiso abordar el control del territorio. Así lo recordaba el hermano del líder rifeño, Abdelkrim el Jattabi, al periodista Luis de Oteyza en una carta manuscrita en la portada de La Libertad en agosto de 1922: “el Rif no combate a los españoles ni siente ningún odio hacia el Pueblo Español. El Rif combate a ese imperialismo invasor que quiere arrancarle su libertad. (…) Los rifeños tienen sus puertas abiertas para recibir al Español sin armas como técnico, comerciante, industrial, agricultor y obrero”.
En septiembre de 1925, en pleno conflicto bélico con España, Clemente Cerdeira, tangerino e intérprete del Protectorado español en Marruecos, traducía la conferencia Apuntes para la historia del Rif del estudioso francés Edouard Michaux-Bellaire y estimaba en sus notas a margen que el Rif, “dado su carácter especial, razones etnográficas, históricas, económicas, políticas, etc., pudiese gozar de un régimen especial de preferencia, concediéndole una libertad o independencia gubernativa de carácter interior, es decir, circunscrita al gobierno de su territorio por sus mismos habitantes”, aunque enmarcada dentro del Protectorado español. No se le concedió entonces, pues el desembarco de Alhucemas cambió el curso de los acontecimientos, y la cuestión de dotar de una cierta autonomía a la región ha permanecido latente desde entonces…
Fuente: politicaexterior





